
Cuando recibí el tema para redactar el artículo que ahora vas a leer debo confesarte que sentí una GRAN responsabilidad, pues este tema es fundamental para la vida del hombre (varón o mujer). Y antes de empezar quiero decirte que no existe una receta mágica para poder descubrir tu vocación. Cada uno de nosotros tiene una historia personal con Dios, nos ama tan exclusivamente a ti y a mí, que Él sabe de qué manera llamarnos a cada uno. Tuvimos grandes santos que fueron llamados desde muy pequeños y con signos extraordinarios, como San Pio, por ejemplo, así como algunos otros que fueron llamados de grandes y con un pasado bastante alejado de Dios, como San Agustín, por ejemplo. Lo que hoy quiero dejarte, desde mi experiencia personal, son 3 claves que me ayudaron en mi discernimiento vocacional.
¿Qué es una vocación?
Para empezar, tenemos que responder esta pregunta. Sobre esto, el catecismo de la Iglesia Católica nos enseña lo siguiente:
Dios que ha creado al hombre por amor, lo ha llamado también al amor, vocación fundamental e innata de todo ser humano, porque el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, que es Amor. Desde su concepción, está destinada a la bienaventuranza eterna. CIC # 1604 / #1703. Es decir, cada uno de nosotros está llamado a amar y ser amados, estamos hechos para el cielo. Hemos sido creados por el Padre y al Padre vamos a regresar.
Como también nos enseña la Iglesia: Todos los fieles, de cualquier estado o régimen de vida, son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad (Lumen Gentium 40). Todos son llamados a la santidad: Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto (Mt 5, 48). ¡Tu llamado es trascendental, tu llamado es sobrenatural, tu primer llamado por excelencia es que seas SANTO(A)!
Qué hermoso saber que hemos sido llamados a la existencia por el AMOR y para amar. Nos dice el catecismo: Porque Dios nos ha puesto en el mundo para conocerle, servirle y amarle, y así ir al cielo (CIC # 1721). El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, y sólo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar (CIC #27).
¿Nos vamos dando cuenta entonces que EL AMOR es el centro de todo? Como decía San Juan Pablo II: El amor nos lo explica TODO. Y, en ese todo, también entra nuestro llamado, el gran llamado, en el que podemos encontrar realmente el sentido pleno de nuestra existencia.
Mientras más profundizaba en este misterio divino, reflexionaba que los santos se hicieron santos porque se dieron cuenta de que podían amar como el mismo Cristo ama. Y es que a veces nos puede sonar tan cliché esto de: “Estamos hechos a imagen y semejanza de Cristo”, que no nos damos cuenta lo que estamos oyendo, lo cual llamo: La bomba de amor. Esto nos hace entender que tú corazón y el mío está a la altura del mismo corazón de Jesús. ¿No te parece esto demasiado fascinante? Poder amar como Cristo ama, poder perdonar como Cristo lo hace, poder entregarme, donarme, sacrificarme, como Cristo lo hace.
Como dice SJP II: La santidad no es algo reservado para algunas almas escogidas; todos, sin excepción, estamos llamados a la santidad. Para todos, están las gracias necesarias y suficientes; nadie está excluido. Y pues solo un corazón enamorado, un corazón dispuesto a seguir amando a Jesús cada día más, sabrá responder con generosidad al camino que Dios lo ha llamado.
¿Cómo saber a qué estoy llamado?
Clave 1: Oración y vida sacramental frecuente
Solo en el silencio, en oración constante y acercándonos frecuentemente a los sacramentos sabremos oír la voz del Señor. Él toca el corazón, inspira y coloca su voluntad en tu corazón. Y aquí no esperemos magicalizar la oración esperando que Dios hable como uno quiere que responda; hay que aprender a ser dóciles.
Una vez un amigo sacerdote me dijo: Jamás DIOS tendrá un camino para ti que te pueda hacer infeliz. ¿Cuánto tiempo le estás dedicando al silencio interior, a dialogar con Dios, a recibir su perdón, a recibirlo en la Eucaristía? Te comparto dos oraciones que puedes hacer para pedir por tu vocación y ser dócil a ese llamado.
Padre Celestial, sé que me amas. Confío en que tienes una vocación especial para mi vida que conducirá a mi santidad, mi felicidad y la salvación de las almas.
Enséñame cómo hablar contigo y escucharte, para que en el silencio de la oración puedas abrir mi corazón para conocer y seguir este plan.
Si soy llamado(a) a una vocación en tu Iglesia, dame el coraje para decir “SÍ”. Si me llamas a la vocación del matrimonio, llévame a mi futuro(a) cónyuge.
Por favor, coloca personas santas en mi camino para ayudarme a conocerte, amarte y servirte, para que pueda convertirme en un testigo efectivo de Tu amor en el mundo.
Amen.
Y esta es una oración al Espíritu Santo de San Josemaría.
¡Ven, Oh Santo Espíritu!: ilumina mi entendimiento para conocer tus mandatos: fortalece mi corazón contra las insidias del enemigo: inflama mi voluntad. He oído tu voz y no quiero endurecerme y resistir diciendo: después… mañana. ¡Nunc coepi! ¡Ahora! No vaya a ser que el mañana me falte. ¡Oh Espíritu de verdad y sabiduría, Espíritu de entendimiento y de consejo, Espíritu de gozo y paz, quiero lo que quieras, quiero porque quieres, quiero como quieras, ¡quiero cuando quieras!
Clave 2: Dirección espiritual
Un sacerdote, religioso(a), consagrados o incluso un laico que lleve un camino profundo y coherente en la FE son aquellas personas que te ayudarán a poder discernir la voluntad de Dios para tu vida a través de una guía constante espiritual, para que seas más santo en el camino que Dios tiene para ti. A mi me ayudó demasiado y sí lo considero esencial. Trata de buscar a alguien que te pueda ayudar y verás los frutos.
Clave 3: La vocación específica te hará saltar el corazón de alegría, pero sea cual sea exigirá renuncia y sacrificio, que solo se entenderá desde el amor de Cristo en la cruz.
San Juan Pablo II en Familiaris Consortio dice: La revelación cristiana conoce dos modos específicos de realizar integralmente la vocación de la persona humana al amor: El matrimonio y la virginidad. Tanto el uno como la otra, en su forma propia, son una concretización de la verdad más profunda del hombre, de su ser imagen de Dios.
Ambas exigen salir de nosotros mismos, renuncia, entrega sin reservas egoístas, llevar los problemas que se presenten con alegría, desde una vida sobrenatural y eterna.
El camino de la perfección pasa por la cruz. No hay santidad sin renuncia y sin combate espiritual (2 Tm 4). San Josemaría decía: Me gusta ese lema: “cada caminante siga su camino”, el que Dios le ha marcado, con fidelidad, con amor, aunque cueste. Surco, 231. Sí: la vocación exige renuncia, sacrificio. Pero ¡qué gustoso resulta el sacrificio —«gaudium cum pace», alegría y paz—, si la renuncia es completa! Surco, 8.
Espero que te haya servido. =)
Sheyla Cruz