4 consejos para ejercitar la virtud de la castidad en el noviazgo

En un artículo pasado titulado: ¿Cómo puedo vivir la castidad en la soltería?, tuvimos la oportunidad de desarrollar más a fondo lo que esta hermosa virtud nos enseña y cuáles son las dimensiones de la misma en la etapa de la soltería. Esta vez, te traigo 4 consejos para ejercitar la virtud de la castidad en el noviazgo.

Primero, recordemos que tanto el amor virginal como el conyugal, que son las dos formas en las cuales se realiza la vocación de la persona al amor, como nos lo enseña la Iglesia Católica, requieren para su desarrollo el compromiso de vivir la castidad, de acuerdo con el propio estado de cada uno.

¿Qué es la castidad y qué requiere?

A su vez, el catecismo nos indica que: La castidad es la afirmación gozosa de quien sabe vivir el don de sí, libre de toda esclavitud egoísta. Esto supone que la persona haya aprendido a descubrir a los otros, a relacionarse con ellos respetando su dignidad en la diversidad. La persona casta no está centrada en sí misma, ni en relaciones egoístas con las otras personas. La castidad torna armónica la personalidad, la hace madurar y la llena de paz interior. La pureza de mente y de cuerpo ayuda a desarrollar el verdadero respeto de sí y al mismo tiempo hace capaces de respetar a los otros, porque ve en ellos personas, que se han de venerar en cuanto creadas a imagen de Dios y, por la gracia, hijos de Dios, recreados en Cristo quien «os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz» (1 Pe 2, 9).

Para vivir esta virtud, se requiere de una capacidad y una aptitud de dominio de sí que son signo de libertad interior del hombre, de responsabilidad hacia sí mismo y hacia los demás. La castidad ayuda a apreciar y practicar el autocontrol, viviendo de forma ordenada, realizando sacrificios personales en espíritu de amor a Dios, de auto respeto y generosidad hacia los demás, sin reprimir los sentimientos y afectos, sino encauzándolos hacia una vida virtuosa.

¿Cómo ejercitarla en el noviazgo?

Partiendo de estas premisas, espero que los siguientes consejos te puedan servir.

  1. Eviten buscar por voluntad propia las tentaciones: ustedes mejor que nadie saben qué situaciones o acciones los pueden llevar a caer. Conversen y mucho sobre estos escenarios, sean sinceros el uno con el otro para que puedan conocerse mejor en este aspecto y puedan ayudarse mutuamente. Propongan acciones concretas para que, si se excedieron en algo, eviten que vuelva a suceder. Acudan con humildad al sacramento de la reconciliación y ¡sigan para adelante! Cuiden lo que hacen, lo que ven, lo que leen, lo que oyen. Se es casto en todas sus dimensiones que no solo abarca la parte sexual.
  2. Realicen una lista de: “Quiero hacer el amor contigo, pero antes…”: hay tanto por hacer en esta etapa. ¡Tanto que los ayude a conocerse y amarse cada día más! Pongan sobre papel todas las ideas de cosas que les gustaría hacer juntos antes que llegue esa noche de bodas tan anhelada y vayan dándole check conforme lo vayan realizando. Desnúdense el alma, el corazón y ya empezarán a tocar pedacitos de cielo.
  3. Eduquen su capacidad de amar: nadie ama lo que no conoce. Busquen también formarse en temas del amor humano y divino. Una vez alguien muy sabio me dijo: todos tenemos la capacidad de amar, pero la aptitud se entrena. Indaguen sobre cursos, talleres, jornadas, sigan cuentas que les ayude y motive en estos temas.
  4. Pongan como prioridad los sacramentos y la vida de oración: este punto es fundamental. Recordemos que solo Cristo nos enseña a amar de verdad. En los sacramentos vamos a obtener las gracias necesarias para poder hacer todo esto posible, para tener mejor preparada y entrenada nuestra alma, así como nuestro corazón, para obrar como Cristo nos ha llamado a que lo hagamos. Y la vida de oración, no solo personal, sino sería bueno que en pareja se den un tiempo para todos los días poner a sus pies su relación. Pueden crear una oración ustedes, o hacer las que más les guste. Visitar el santísimo juntos, asistir a misa, buscar una dirección espiritual para ambos, etc.

El sexo, don divino

Así lo llamó San Pablo VI en su encíclica Humanae Vitae: don divino. Un regalo que Dios ha dejado para los matrimonios y que están llamados a vivirlo en toda su plenitud. El tema de reservar el acto sexual hasta la unión conyugal puede ser de los puntos que más les cueste a los novios; el desafío está en ordenar de manera correcta esos deseos de comunión con el otro, para que esté conforme al designio creador de Dios. Hace algunos años leí un libro precioso de Jason Evert sobre este tema y quiero compartirte los siguientes extractos.

Con el sexo, el cuerpo está diciendo: “Me entrego completamente a ti. No hay nada de mí que no te doy.” Pero si no estás casado con ella, con el lenguaje del cuerpo estás diciendo una mentira; estás diciendo “Te doy mi cuerpo (pero yo mismo no me entrego completamente a ti)”, o “Soy totalmente tuyo (hasta que sea totalmente de otra persona).” En el sexo, con el lenguaje del cuerpo haces una promesa de eternidad, aunque tú no la hagas con palabras. El sexo pertenece al matrimonio porque sólo en él es que los cuerpos hablan con la verdad cuando dicen: Me doy a ti por completo y para siempre.

Tu cuerpo es un regalo, y durante el acto sexual, la pareja se entrega el uno al otro. (…) el regalo total del cuerpo y corazón pertenece a una relación permanente y fiel: el matrimonio. Pensamos que estamos más “enamorados” que algunas personas casadas, pero lo cierto es que las emociones ayudan pero no crean un matrimonio, y no pueden sostenerlo. 

(…) El amor verdadero dice: “Tú lo eres todo para mí. Me doy totalmente a ti para siempre.” Este es el compromiso verdadero que salta del corazón de cada persona que realmente está enamorada. Exige permanencia, no sólo juntarse. El verdadero amor no insiste por su propia cuenta e interés cuando el deseo es fuerte, y es capaz de sacrificar los deseos del momento por algo permanente.

Como decía San Josemaría:

A la hora de la tentación piensa en el Amor que en el cielo te aguarda: fomenta la virtud de la esperanza, que no es falta de generosidad.

¡Espero que te haya servido!

Con cariño,

Sheyla.

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