
Muy probablemente nos ha tocado tener la experiencia de convivir o colaborar con personas con quienes tal vez en la primera impresión o al paso del tiempo se termine de verificar que por algún motivo no nos cae del todo bien o, ya sea en el grupo de compañeros en la escuela, el grupo en el trabajo, en el vecindario, etc.
Pero ¿qué pasa cuando esta situación nos sucede a personas creyentes?
Somos humanos
Tal vez te ha pasado en algún apostolado donde había conflictos por quien se encargaba de cierta actividad, de dar cierto tema, de quién quiere ocupar el liderazgo del grupo, en los malos tratos o mala cara que alguien te hizo en el puesto de la kermesse parroquial, los chismes y otros ejemplos que a ti o alguien que conoces te haya pasado en alguna ocasión. Teniendo esto en cuenta, te invito a preguntarte lo siguiente:
¿Los cristianos nos podemos enojar, sentir tristes, preocupados, con estrés o a veces no tener un buen día?
La respuesta es… sí, pero no por ello podemos excusarnos en esto para dar un mal ejemplo en nuestra relación con los demás. Es válido reconocer que no siempre nos sentiremos 100% felices o con entusiasmo, justo donde parece que es el mayor problema, también está el punto de acción.
Nuestra personalidad, el carácter, temperamento, motivaciones, necesidades, intenciones, etc, todo hace parte de los rasgos que nos definen y hablan de quienes somos. Considerando esto y con el hecho de que como seres humanos, somos seres sociales, ¿te imaginas cuantos escenarios y situaciones podríamos vivir al momento de encontrarnos con otra persona y en la convivencia descubrir que somos diferentes desde el color de los ojos, tipo de cabello, estatura, gustos en la comida, hábitos, crianza, etc?
¿Somos cristianos?
Recordando que en nuestro ADN como cristianos está el buscar cada día seguir de mejor manera a Jesús, esto se refleja en cuanto nos amemos unos a otros (Juan 15,12) como medida de cuánto amemos a Dios. Entonces, pareciera contradictorio que no vivamos de acuerdo al nombre que llevamos, pero ¡tengo una buena noticia!, claro que es posible, pero para ello es necesario hacer un alto y llevar a la conciencia que, si caemos, somos frágiles o nos cuesta integrarnos como personas, es importante pedir ayuda.
Por ello, teniendo en cuenta la actividad que realices en tu comunidad, apostolado, trabajo o en tu estado de vida (noviazgo, matrimonio o familia) me gustaría sugerirte los siguientes tips:
- Reconocer tus limitaciones no te hace de menor valor o más débil: Conociéndonos mejor, incluso en nuestros defectos, nos podemos acercar más a ser la persona que Dios sueña y pensó desde un inicio. Así también confiar que sabe sacar lo mejor de las situaciones más difíciles. El proceso de conocerme a mí mismo es de toda la vida, incluso podemos apoyarnos en las personas que están más cerca de mí para descubrir nuevas habilidades, así como trabajar mis limitantes.
- Aprender a identificar y regular las emociones: La forma en que reaccionamos ante una misma situación, puede ser muy distinta de una persona a otra. Por eso es muy importante identificar cómo te desenvuelves en la mayor variedad de situaciones para aprender a responder de forma más adecuada y asertiva tanto para ti, como con quienes te relacionas, especialmente en el punto de hacernos responsables de las cosas que hacemos o decimos cuando nos sobrepasa algún estado emocional, sin pretender culpar o responsabilizar a otros de ello.
- Los seres humanos somos unidad: Somos cuerpo, mente y alma. Si alguna de ellas se desequilibra, muy seguramente se verá reflejado en las otras. Y a su vez cada dimensión con sus diferentes elementos que nos integran como persona. En el ritmo de vida actual tan ajetreado y donde constantemente se está buscando algo que hacer para ser “productivo” se nos ha olvidado que es igual de importante comer bien, descansar, tener pasatiempos, así como nutrir el alma por medio del encuentro con Dios en la oración.
- Acércate a terapia: Ir a terapia es un recurso muy saludable que toda persona puede considerar tomar en la vida para hacer un alto, detenerse a organizar las cosas y buscar herramientas para su crecimiento personal (¿Cuándo sé que debo ir a terapia? – Los Quelidos). Cada vez más en ámbitos laborales y escolares se le va dando importancia al bienestar mental/emocional, ¿por qué no hacerlo nosotros como creyentes cuando hemos conocido al Dios de la vida plena?
Espero que estos tips puedan ayudarte en tu caminar para ser cada vez mejor reflejo de la persona que Dios soñó que fueras, con una vida más plena y feliz de su mano, sabiendo que no hay por qué vivir este proceso solo. Si participas en algún apostolado o vas en el proceso de vivir tu fe de forma más comprometida, que sea este punto de acción para vivir más libre y con entrega más sincera tu servicio a Dios en el estado de vida que te toca vivir y si eres alguien que no ha tenido una experiencia de cercanía con Dios o con la Iglesia, tanto como si has tenido una mala experiencia por mi fragilidad o la de alguien más, te pido perdón y te invito a que volvamos al camino juntos.
- Daniel Moreno Mena, @danielmm.12