
Por la influencia de la cultura, en Latinoamérica es más común observar que el grado de cercanía y convivencia que existe entre familias, es mayor a otras regiones del mundo. Cada familia conoce sus reglas, costumbres, acuerdos, etc. En mayor o menor medida, cada integrante las adopta como propias, o las combina con las de otra familia cuando se forma un noviazgo; con mayor razón en los matrimonios y nuevas familias. Es aquí cuando las nuevas formas de funcionar como familia, entran a un nivel nuevo de comunicación: acuerdos; así como también de fricciones o conflictos. No por ello negativos por sí mismos, sino que son oportunidad de construir un nuevo equilibrio y realidad.
Sin embargo, hay ocasiones donde se genera una especie de “fuego cruzado” entre las formas de llevar las cosas o de pensar, entre la familia política de la pareja y la nueva realidad que se construye desde casa en la nueva familia. Temas como: la espera de los hijos, crianza, economía e incluso ocasiones de cierto recelo en la prioridad que se le da al cónyuge respecto a los padres, o viceversa. Entre otros temas, que suelen generar conflicto en la relación entre suegros/ padres con hijos o yernos/nueras.
En algún momento, se ha hecho o escuchado referencias sobre este tema por medio de chistes, memes, anécdotas, tramas de películas e incluso en alguna prédica. Un ejemplo claro de esto, es la supuesta rivalidad entre suegras y nueras. Más allá de usar estas expresiones a forma de broma, no significa que sea una norma en la convivencia entre familias, existen casos donde está muy presente el respeto, de parte de los padres hacia la nueva vida y familia de sus hijos, y viceversa.
Para casos donde sea necesario establecer límites en estas relaciones, es recomendable considerar los siguientes puntos:
- La importancia de ser un mismo equipo:
“Sabemos que quieren nuestro bien, les agradecemos su buena intención, tomaremos esta decisión entre los dos”
La vida del matrimonio consiste en aprender a ser unidad. Por la gracia recibida en el sacramento, los esposos tienen la ayuda de Dios para que, en cada vez más situaciones de la vida cotidiana, sean un solo corazón y una sola alma. En lo diferente que puedan ser en su personalidad, costumbres o hábitos, han de aprender desde el noviazgo a unir los puntos prioritarios y descubrir si son compatibles en su proyecto de vida, especialmente en cómo formar una familia.
Si son capaces de caminar hacia el mismo objetivo, podrán recibir y responder de mejor manera ante los señalamientos, críticas o comentarios (a veces con buena intención) que reciben de la familia política, que de forma natural, quieren la mejor opción para el miembro de su familia, y en ocasiones no se transmite de la mejor manera, llegando a haber imprudencias, intentando menospreciar al cónyuge, etc. Partiendo del mismo punto en común y apuntando hacia la misma meta, podrán evitar quedarse en una posición vulnerable, ya que son ambos quienes respaldan con la misma convicción y seguridad lo que están haciendo como familia.
- La prioridad es la nueva familia:
“Les agradezco mucho todo lo que han hecho por mi como su hijo/a, sin dejar de quererlos como padres, ahora necesito responder a la responsabilidad de formar mi nueva familia”
En las propias palabras de Jesús a los fariseos sobre la esencia del matrimonio, vuelve al origen, al Génesis, para recordarles el sentido de la unión del hombre y la mujer en Génesis 2,24: “Por eso el hombre dejará a su padre y a su madre, para unirse a su mujer y serán una sola carne”. La naturaleza del matrimonio no consiste en dejar de tener comunicación o apoyar en la necesidad a los padres, en especial cuando son ancianos, como enseña el cuarto mandamiento; sino que invita a tomar la justa medida de los tiempos.
Formar un matrimonio y una familia, se convierte en la primera prioridad de vida para los esposos. Esto se debe, a que es el llamado que Dios les da en su nuevo estado de vida, y es vital que puedan corresponder con todos sus recursos posibles a ella, va de por medio su felicidad y santificación mutua y de sus hijos, donde ambos se ayudan a este fin. Es un proceso que se va aprendiendo a vivir, el desapego de los padres, de la familia nuclear donde crecimos, recibimos amor y muchas otras experiencias significativas. Sin dejar eso atrás y siendo agradecidos por todo lo vivido, toca abrir el corazón y darle un lugar primordial del tiempo, amor y de toda nuestra persona a la nueva familia que se está formando.
- Disminuir gradualmente la dependencia entre familias:
“Agradecemos mucho cuando nos han apoyado en situaciones difíciles, nos enfrentaremos a nuevos retos y sabemos que estarán para nosotros, en maneras y tiempos diferentes, también estaremos pendientes de ustedes. Nos sentiremos apoyados por ustedes cuando nos escuchen y animen, para que podamos resolver los problemas como pareja”.
Relacionado al punto anterior, es sano que el proceso de separación entre familias continúe cada vez en situaciones más concretas, para evitar acuerdos implícitos. Por ejemplo, en la dependencia económica que los esposos pueden tener de los padres, recurrir desmedidamente a ellos en el cuidado de los hijos. O en el caso de los padres, cuando buscan con más frecuencia de la conveniente, a los hijos que ya están casados, para mantener ciertas rutinas que tenían cuando vivían en casa.
Cada pareja necesita reconocer en qué grado continúa la dependencia hacia sus padres o suegros. A veces es una dinámica que se mantiene, porque responde a una necesidad inmediata, habrá casos donde es totalmente válido apoyarse mutuamente como temas de salud, crisis agudas esporádicas, etc. pero en otras, puede convertirse en una forma discreta de manipulación, búsqueda de tener el control o influencia en las decisiones en la vida de la pareja. En esta nueva etapa, el primer compañero en la batalla, quién va codo a codo, a quien confiar las inquietudes, preocupaciones, alegrías y sueños son Dios y la pareja, no los padres.
Establecer límites con la familia política o hacia la propia familia de origen cuando se comienza una nueva etapa como lo es el matrimonio, con los retos y cambios que trae consigo, es un proceso sano y necesario para ambas familias. En mayor o menor medida los ajustes que se necesiten hacer, requerirán de la voluntad de los integrantes de ambas familias, para que puedan conservarse las relaciones en el mayor equilibrio posible. No se trata de distanciarse para siempre o no compartir de las nuevas etapas, como el empezar a amueblar la casa o la llegada de los nietos, por mencionar algunos ejemplos. Se trata de darle su justa medida y lugar, a cada cosa y momento. En la medida que esto se logre, en los diferentes momentos de la vida familiar, tendrá como recompensa lazos familiares incluso más sólidos que cuando se convivía diario en casa de la familia primaria, porque darán el fruto que están llamados a dar por el orden con que se viven.
Daniel Moreno @psic.danielmoreno