El amor propio en una relación de pareja ¿una batalla difícil de ganar?

Saber tener un sano aprecio de nosotros mismos parece ser todo un arte, siempre habrá una tensión entre lo que corresponde al amor propio y una actitud soberbia, esto es, mirarnos por encima de otros por medio de algunos roles que asumimos que nos llevan a tomar como parte de nuestra identidad una realidad externa que nos hace sentir que somos más de lo que en realidad somos (puestos laborales, nuestra apreciación de nosotros mismos, estudios, etc.). Cuando se trata de apreciarnos a nosotros mismos necesitaremos comprender qué es aquello de lo que nos podemos apropiar en el amor que no podemos renunciar porque nos pertenece y somos dignos de ello y a su vez identificar qué es aquello que he distorsionado sobre mi mismo que me lleva a situarme en un lugar errado en el amor.
Ubicando la autoestima y la humildad
La autoestima pertenece directamente al ámbito psicológico de la persona, y podría comprenderse, en términos sencillos, como el sentimiento positivo que tengo hacia mi mismo. Según como sea mi autoestima, podré situarme frente a las situaciones y circunstancias que me rodean bien sea como una víctima, como un responsable o como un victimario. No es fácil ubicarse en el punto adecuado de autovaloración, ¿Cómo evitar situarnos frente al otro con superioridad?, ¿Cómo luchar contra el hecho de poder sentirme menos?
La humildad, en cambio, es una virtud moral que nos permite vernos con ojos de verdad, y por tanto es tremendamente necesaria para tener una sana concepción de mí mismo. Para promover un verdadero amor propio, necesitamos aprender a aceptarnos con ojos de verdad, pues la persona por quien Jesús entregó su vida en el madero de la cruz, es la persona que yo soy, no quien me gustaría ser y Dios nos llama a andar en verdad, esto es: A vernos según lo que somos.
Cultivando el amor propio y la humildad
Todo lo que necesitamos para promover el amor propio en las relaciones de pareja es esto: contemplarnos como somos. A menudo, sufrimos no tanto por las realidades que vivimos, tampoco por tener alguna u otra cualidad moral, sino por la imagen idealizada de lo que pensamos que deberíamos ser, y esa distancia que percibo entre lo que soy y lo que “debería” ser, es lo que me lleva a despreciarme tantas veces. Ciertamente habrán aspectos de nuestra historia personal o de nuestra vida de los que no nos gloriaremos de mostrar a los demás, habrán puntos de nuestra historia que nos gustarían incluso omitir porque pensamos que nos hacen ser menos dignos del amor y el reconocimiento de los otros. Pero esa es nuestra historia, y estoy llamado a amarme en mi totalidad.
Teniendo esto en mente, necesitaremos aprender a cultivar el amor propio en nuestra relación, ayudando a nuestra pareja a que se pueda ver como Dios le ve,poniendo de nuestra parte para ayudar al otro a ser lo que en su masculinidad o feminidad esta llamado a ser. Siendo esto así, entonces el amor propio va a brotar de la acogida que aprenda a tener cada quien de sí mismo.
¿Qué hacer?
Es necesario que con mis actitudes y acciones yo promueva el amor y la aceptación del otro. Pensemos, ¿cuántas veces con nuestras acciones no hemos obligado al otro a ponerse una máscara para poder relacionarse conmigo? Aprender a promover el amor propio en una relación pasa por enseñarle al otro que todo lo que hay en su vida: Su pasado, su historia, su espiritualidad, su cuerpo, sus virtudes, sus sueños,etc, son sumamente valiosos para mi y digno de amor y respeto y más aún: le pertenece por completo a Dios. El gran reto hoy en día es que continuamente le damos a entender a los demás que necesitan “hacer” cosas para ser “aprobados” por mí, lo que lleva a generar, lamentablemente, un desprecio hacia lo que en realidad cada quien es, pues no se ve lo suficientemente bueno para ser merecedor del amor del otro.
Por eso, a continuación queremos ahondar en algunas situaciones prácticas que nos ayuden a promover el amor propio en la relación. Para empezar, un primer elemento tiene que ver con el cuidado personal. Sin caer en obsesiones, es necesario conservar una rutina de ejercicio y alimentación saludable con el fin de tener una vida sana. Si hablamos de amor propio es necesario que nuestras acciones sean coherentes con cuidar ese amor por ello, trabajar por nuestro bienestar interior y exterior es un reflejo de cómo esta mi percepción de mi mismo.
Un segundo elemento es cuidarnos de exigir modelos a nuestras parejas. Muchos de esos modelos provienen de los “deberías” que tenemos interiorizados: deberías ser más delgado, deberías ser más alegre, deberías ser más inteligente. No se trata de nunca poder señalar elementos prácticos a nuestra pareja que nos puedan permitir una mejor convivencia, pero sí discernir si esto que estoy haciendo puede ser un elemento de rechazo para el otro.
Un tercer elemento tiene que ver con el reconocimiento. Si hay algo que jamás debería faltar en una pareja es la admiración mutua. Es necesario aprender a resaltar desde los elementos más superficiales del otro que nos atraigan hasta los más profundos. Comentarios del tipo: “se te ve muy linda esa blusa”,” me encanta como te ves con el cabello así” hasta “ gracias por tu amor”, “gracias por tu paciencia”, “gracias por ponerme como tu prioridad” son comentarios que van a permitir al otro ver la bondad de la que es capaz, lo valioso que es y así aportaremos a que su auto eficacia (lo capaz que se ve de lograr objetivos) aumente. Comprender las carencias afectivas que tiene mi pareja y sus heridas nos ayudará a ser más prudentes al hablar y al abordar situaciones difíciles donde nos podemos lastimar.
Por último, vale la pena recordar que el amor propio siempre será una tarea a promover en el otro y por tanto, es necesario ejercitarse en este de una manera sana, no cubrir mi búsqueda de amor propio por elementos superficiales y secundarios sino en el libre reconocimiento de quien soy yo.
Autores: Isa y Gary.