Cuando se perdona, ¿se olvida?

Estar en una relación de pareja con la persona que amas es maravilloso. Principalmente cuando son esposos, han decidido amarse y estar juntos para toda la vida y aunque suene muy romántico la realidad es que esta dinámica no siempre es fácil: las diferencias siempre estarán y los conflictos pueden deteriorar cada vez más la relación. Es por este motivo que el perdón es vital: esa capacidad de disculparse y reconocer los errores, de ser humildes más que orgullosos y, sobre todo, de realmente perdonar al otro cuando te hizo un daño es lo que hará que juntos puedan superar cualquier adversidad y que su amor siga floreciendo.


Al inicio puede ser todo muy fácil: se enamoran, hay detalles, la ilusión los lleva a pensar todo el día en el otro, se dicen cuánto se quieren muchas veces al día. Poco a poco empiezan a surgir las diferencias, quizás aún pequeñas y fáciles de solucionar. El problema es cuando ya pasado buen tiempo y, mayormente con la convivencia, las cosas ya no son tan sencillas. El amor ya empieza a suponer esfuerzo (al inicio existía sin esfuerzo, era puro sentimiento) y se requiere de dos personas para poder seguir alimentando ese amor diariamente.

Parte fundamental de la dinámica cotidiana es enfrentar distintos puntos de vista al tomar una decisión, diferencias por la personalidad de cada uno, desacuerdos a la hora de manejar el dinero de la familia o incomodidad con relaciones amicales o familiares del cónyuge. Muchos de estos temas deben tratarse y conversarse antes del matrimonio, pero muchos no lo toman en cuenta y se ven forzados a enfrentarlos una vez casados. Es en este contexto donde aparecen las crisis, tanto en la pareja como en la familia. Por ende, ahí es donde deben resolver sus diferencias de manera constructiva, viendo al otro como un igual a nosotros.

Este último punto es fundamental, pues se debe tratar al otro como un “TÚ”, no como un objeto o instrumento violentando su ser (Rage, 1996). Aceptar al otro es un requisito fundamental para una sana convivencia y la intimidad personal. Solo así se podrá dar un diálogo, un encuentro entre los dos, una comunicación sana que no tenga miedo en tratar distintos temas, incluso los más incómodos, porque saben que podrán llegar a acuerdos sin lastimarse mutuamente.

Ahora bien, aún cuando se esfuercen, existirán conflictos de pareja. Algunos pueden evitarse, pero otros son inevitables e incluso necesarios en la misma dinámica de pareja, porque solo así pueden aprender de ellos y crecer. Cuando existe el conflicto, el perdón es un elemento necesario.

Ya sean situaciones pequeñas o malentendidos, es importante perdonarse. Pero, sin duda, cuando los conflictos son mayores y causan un mayor dolor, es vital perdonarse para así vivir sin rencores y resentimientos. El problema es que muchas veces no se reconoce el error y no se pide perdón o, si se pide, el dolor generado es tan grande que no se puede perdonar fácilmente.

Primero veamos a quien debe pedir perdón. El que falló tiende a victimizarse, a no reconocer su error o, si lo reconoce, es incapaz de ser el primero en disculparse por el orgullo que tiene. El orgullo, opuesto a la humildad, no permite que uno se arrepienta y se disculpe y, por tanto, la relación de deteriore. Es importante sanar las heridas del pasado y convertirlo, mas bien, en un crecimiento psicológico y espiritual.

Ahora, la persona que tiene que perdonar. El perdón es un ejercicio de compasión como diría Ernesto Rage (Rage E. , 1996). El perdón viene de dentro, de liberación y de aceptación, de curar las heridas del pasado y perdonar a quienes nos lastimaron, sobre todo a la pareja.

Ahora bien, ¿es posible olvidar lo que nos hicieron? Particularmente creo que no es posible. Dios, que es Todopoderoso, perdona nuestros pecados y “como que los olvida” (porque al ser omnipotente todo lo sabe y no lo olvida, pero aún así nos perdona una y otra vez). El hombre, un ser limitado e imperfecto, no podrá olvidar, pero sí debe curar esas heridas para no sentir más ese dolor que siente. Recordará la herida, pero ya no le dolerá. Solo así, uno puede abrirse al camino del perdón y realmente reconciliarse con su historia y con la persona que lo lastimó.


Es difícil, sí. Perdonar no es nada fácil, sobre todo si la herida viene de quien más te ama: tu cónyuge. Sin embargo, sí es posible. Es posible con Dios, sobre todo, a quien hay que pedirle que seamos misericordiosos, así como Él lo es con cada uno de nosotros. Es posible también con terapia y ayuda psicológica, para poder reconstruir la historia de ambos, si está muy dañada. Y no solo es posible, sino que es necesaria. Necesaria para ya no vivir de rencores y resentimientos hacia el otro, con ánimos de venganza y de una ira incontrolable, sino para poder “llevar la fiesta en paz” y avanzar en su relación de pareja.


En conclusión, debemos ser tolerantes, comprensivos y compasivos. La vida en pareja está llena de retos y justamente estos son los que nos deben ayudar a desarrollar la creatividad para poner soluciones (Rage E. , 1999). Sin duda cuesta y cuesta mucho, pero valdrá la pena, literalmente. Finalmente, olvidar no es posible, siempre recordaremos. La clave es recordar sin dolor para no sacarlo en cara, para no vivir con rencor, para no aferrarnos al pasado que nos impide vivir el presente y el futuro.

Perdonar sí es posible y es necesario para vivir una vida plena.

-Karla

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6 comentarios en “Cuando se perdona, ¿se olvida?”

  1. El perdón es hermoso para ambos, cuando el que hirio se arrepiente de corazon y el que fue herido acepta que su coyuge no es perfecto.
    Cambia la vida de ambos esposos al evidenciar la gran capacidad que tenemos para amar. Si bien no llegamos a olvidar, si hay un propósito de enmienda firme los frutos de ese perdón se veran pronto reflejados en la solidez del matrimonio y será motivo de un mayor compromiso el uno con el otro.

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