
Uno de mis miedos más profundos es perder a mis padres, las personas que más amo. Tan solo con imaginar que un día no estarán, mi corazón se inunda de tristeza, mis ojos se llenan de lágrimas y me pregunto ¿cómo haré para continuar sin ellos? Y es que la pandemia sin duda, nos ha traído a la mente lo efímera y corta que puede ser la vida: un día estás y al otro no. De esta manera si lo único certero que tenemos en la vida es la muerte ¿por qué nos cuesta tanto hablar de ella?
Es importante comprender que no existe preparación suficiente para evadir el dolor de la pérdida, siempre será doloroso, los duelos no son opcionales, se pueden postergar, congelar, negar, elaborar a medias, pero jamás evitar. Sin embargo, el dolor puede convertirse en fuerza para vivir en gratitud, por ello te he escrito este artículo en el que comparto 5 consejos para ayudar a tu corazón a vivir el duelo.
- El dolor es parte de la vida
Es normal y propio del ser humano rehuir al dolor tanto físico como emocional, no queremos estar enfermos, no queremos sentir el dolor de la pérdida, ni tener que despedir a quien tanto amamos, sin embargo es una realidad que el dolor es parte de la vida terrenal, y queramos o no sentiremos dolor, ahora la pregunta es ¿cómo continúo a pesar del dolor? Cuando enfrentamos la pérdida es válido sentirnos tristes, enojados, solos, confundidos, sin ánimos de continuar, pero es en esos momentos de profunda tristeza cuando debemos dirigir la mirada a quien nos ha enseñado todo: Jesús, quien también experimentó la pérdida de su amigo Lázaro y más que nadie puede comprender nuestro dolor.
- Hablemos de la muerte en familia
Educar sobre la muerte pertenece a la vida, pero hablar de ella no es nada fácil, mucho menos en la familia cuando no estamos acostumbrados a compartir sobre temas sensibles, sin embargo, hablar esta realidad es una oportunidad para acercarnos unos con otros, incluso para hacer preguntas que nos movilizan: ¿Cómo quieres que te recuerde?, ¿Cómo te gustaría ser despedido?, ¿Qué recuerdos te llevas?, ¿Si mueres, cómo esperas que continúe mi vida?, ritualizar la despedida nos ayuda a expresar nuestras emociones, aceptar nuestros sentimientos y normalizar el sentir.
- Ama profundamente
Hay una frase que mi mamá me repetía mucho en la adolescencia (sobre todo en aquellas situaciones cuando no me comportaba bien) y es: “En vida, hermano en vida” que significa que los homenajes, muestras de amor y gratitud deben expresarse en vida, la muerte hace que la vida sea más solemne y nos recuerda la necesidad imperiosa de vivir cada día al máximo, nos enseña a identificar lo que realmente es importante y a priorizar a la familia, por eso aprovecha el momento presente para amar a tus seres queridos, en cierto modo, saber que en vida les has demostrado todo el amor posible te dará la paz de haber obrado bien cuando llegue el momento de despedirte.
- Date permiso de sentir
Cada pérdida se siente y vive de diferente manera, date el permiso de sentir todas las emociones, tu mente y corazón están luchando por aceptar una nueva realidad, llora, grita, desahógate todo lo que necesites, pero no reprimas tus emociones, no te obligues a estar bien deprisa, sin embargo, no dudes en buscar ayuda profesional y espiritual si sientes que el dolor no te permite continuar.
Aquí es importante distinguir el duelo normal del patológico, el duelo normal transita por todas las etapas del duelo, logrando finalmente la aceptación y la resignificación, mientras que en el duelo patológico la persona no logra salir de la etapa del dolor emocional, la pérdida se vive de forma intensa cada día.
- El sentido cristiano de la muerte
Solo desde la fe la muerte adquiere un sentido profundo y consolador, Jesús nos invita a vivirla, a hacerle frente, a darle sentido, asumiéndola con una actitud de fe y aceptación, recordando que la muerte es la puerta al encuentro con Dios. La fe de Jesús transformó la forma de morir y esto no significa que la muerte de un ser amado no dolerá, seguirá siendo una experiencia amarga y de profunda soledad, pero con su muerte, Él nos hace partícipes de su filiación, por lo tanto, de su muerte y resurrección.
Para finalizar, la muerte de un ser amado siempre será una experiencia dolorosa y difícil de aceptar, nadie quiere sentir dolor, Jesús ciertamente nunca buscó el dolor, más bien pidió y oró diciendo: “Padre, si es posible, aparta de mí este cáliz” pero en Cristo el dolor puede transformarse y si pones tu dolor al servicio de los demás, lo resignificas y la vida puede seguir teniendo sentido. ¿Y quién más nos ha enseñado a enfrentar la muerte de un ser amado? Nuestra madre Virgen María que aceptó con amor, humildad y obediencia la voluntad de Dios para su hijo, la muerte y una muerte en cruz.
Dedicado para mi mejor amiga Anita y su papito Galo que partió al encuentro con Dios en la pandemia del 2020.
Con amor,
Andrea Melissa