El amor conyugal ante los ojos de Dios

El matrimonio como vía de santificación

Cuánto amará Dios el amor humano, que decidió que sea consagrada la unión de un hombre y una mujer en matrimonio; que decidió que también sea una VOCACIÓN, un camino específico para que puedas alcanzar la SALVACIÓN, para que puedas conquistar el cielo, y no solo(a) sino en equipo. ¡WOW! El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) nos enseña lo siguiente:

“La íntima comunidad de vida y amor conyugal, está fundada por el Creador y provista de leyes propias. […] El mismo Dios […] es el autor del matrimonio” (GS 48,1). La vocación al matrimonio se inscribe en la naturaleza misma del hombre y de la mujer, según salieron de la mano del Creador (CIC #1603).

Así como también:

El consentimiento por el que los esposos se dan y se reciben mutuamente es sellado por el mismo Dios (Mc 10,9). De su alianza “nace una institución estable por ordenación divina, también ante la sociedad” (GS 48,1). La alianza de los esposos está integrada en la alianza de Dios con los hombres: “el auténtico amor conyugal es asumido en el amor divino” (GS 48,2). CIC # 1639.

Esto quiere decir que DIOS ha elevado como sacramento el matrimonio, lo ha querido como una de las puertas para poder llegar al cielo. Es a través del amor humano, específicamente también por medio del matrimonio cristiano que podemos entrar en el misterio del amor divino, palpar el corazón de Cristo. ¿Esto no te parece TAN alucinante?

Características del amor conyugal

Pero ¿qué implica el amor conyugal? San Juan Pablo II en Familiaris Consortio describe:

Exige la indisolubilidad y la fidelidad de la donación recíproca definitiva; y se abre a la fecundidad. En una palabra: se trata de características normales de todo amor conyugal natural, pero con un significado nuevo que no solo las purifica y consolida, sino las eleva hasta el punto de hacer de ellas la expresión de valores propiamente cristianos.

Por otro lado, San Pablo VI, en su encíclica Humanae Vitae, señala magistralmente cuáles son las características que todo matrimonio está llamado a vivir:

Es, ante todo, un amor plenamente humano, es decir, sensible y espiritual al mismo tiempo (…) es también y principalmente un acto de la voluntad libre, destinado a mantenerse y a crecer mediante las alegrías y los dolores de la vida cotidiana, de forma que los esposos se conviertan en un solo corazón y en una sola alma y juntos alcancen su perfección humana.

Es un amor total, esto es, una forma singular de amistad personal, con la cual los esposos comparten generosamente todo, sin reservas indebidas o cálculos egoístas. 

Es un amor fiel y exclusivo hasta la muerte (…) El ejemplo de numerosos esposos a través de los siglos demuestra que la fidelidad no solo es connatural al matrimonio sino también manantial de felicidad profunda y duradera.

Es, por fin, un amor fecundo, que no se agota en la comunión entre los esposos, sino que está destinado a prolongarse suscitando nuevas vidas. “El matrimonio y el amor conyugal están ordenados por su propia naturaleza a la procreación y educación de la prole. Los hijos son, sin duda, el don más excelente del matrimonio y contribuyen sobremanera al bien de los propios padres”.

Fines del amor conyugal

La alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole, fue elevada por Cristo Nuestro Señor a la dignidad de sacramento entre bautizados. (CIC # 1601 – can. 1055). Es el bien de los esposos, es decir, la unión total de su ser persona, el darse como don y el acoger al otro como también uno; y al mismo nivel y de la misma manera, el ser cocreadores con Dios, poder traer nuevas personitas a este mundo terrenal, los fines del amor conyugal para vivir su amor en plenitud.

Signo del amor de Cristo a su Iglesia

Y esta es de mis partes favoritas, porque considero que le da sentido por completo a todo lo que se ha dicho antes. Santo Tomás decía: “Puesto que por la unión de marido y mujer se indica la unión de Cristo y su Iglesia, conviene que la figura corresponda al significado. La unión pues de Cristo y la Iglesia es de uno con una, unidos para siempre… Es necesario por tanto que el matrimonio, en cuanto es sacramento de la Iglesia, sea de uno con una indivisiblemente unidos”.

Y no podemos dejar de mencionar a San Pablo que hace la analogía preciosa del matrimonio con la UNIÓN DE CRISTO Y SU IGLESIA (Efesios 5,32). ¿Qué quiere decir esto? Que así como Cristo no se reservó nada para sí, incluso ni siquiera la propia vida, porque lo entregó todo por amor, porque amó hasta el extremo; de la misma manera, son los esposos llamados a ser reflejo de esta entrega esponsal de Cristo en la cruz. ¿Logramos dimensionar la hermosa y ardua tarea que DIOS quiere para la vida matrimonial? El matrimonio no es un rito social, no es imaginarnos solo a Dios dando la bendición a los esposos el día que se casan, es mucho más profundo, la realidad se esconde en la capacidad de renuncia y sacrificio que Jesús nos enseñó en la cruz. 

Esencialmente iguales, complementariamente diferentes

Los hombres y las mujeres son diferentes. Iguales en cuanto dignidad y valía como personas y como hijos ante Dios, pero diferentes, en su mentalidad, y forma de experimentar la vida. Las reacciones ante los mismos problemas o situaciones gratas son diferentes. Eso es algo que los esposos tienen que aceptar como premisa.

¿Alguna vez nos hemos preguntado por qué somos diferentes? La respuesta es clara: para complementarnos, para ayudarnos a ser mejores, para aprender a ser apoyo del otro y vivir el encuentro, para formar un equipo.

¿El desafío? 

No basta con querer amar, con querer entregarse, hay que saber hacerlo. Para salir al encuentro del otro, hay que ser conscientes de las trabas personales y de lo que es amar. Exige, por tanto, madurez y responsabilidad.

Esta realidad hay que tenerla en cuenta en la vida conyugal. No basta con “querer al cónyuge” o sentir que se le ama. Hay que saber qué podemos darle, las dificultades personales al momento de entregarse.

En la vida conyugal hay que vivir y recordar el compromiso asumido libremente con el cónyuge. La vida conyugal exige madurez y voluntad para no perder de vista el objetivo en común y así no desvirtuar el amor. El mundo, la Iglesia necesita más matrimonios santos que quieran ser signo visible del amor de CRISTO por su esposa la IGLESIA, que cuando vean tu testimonio de vida conyugal puedan decir: Así como estos esposos se aman, así es como DIOS me ama.

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