
En una de mis direcciones espirituales recientes, le comentaba a la Madre Lucía que había vivido una cuaresma muy fuerte, pues tuve una desolación espiritual tremenda. Comencé a detallarle todas mis luchas espirituales, en lo complicado que estaba siendo perseverar; yo me oía y en los 15 años que llevo siguiendo fielmente a Jesús, creo no haber pasado por tamañas crisis en la fe. Llegó el momento en que la Madre tomó la palabra y me dijo: Hija, ¿no te has puesto a pensar que lo que estás viviendo es un arma del Señor para formarte como una excelente futura esposa? A lo que respondí: ¿con una crisis espiritual? Pues la verdad no se me había cruzado ni por la mente ni por el corazón hasta ese momento. Y esto es lo que hoy quiero que se nos quede grabado a ti que estás leyendo este artículo y a mí una vez más.
Jesús nos ha enseñado que el amor es más que un sentimiento. Que el amor es un acto de la voluntad, totalmente libre; que me lleva a buscar, por sobre mi bien, el mayor bien de la persona amada. De no pensar en que me hagan feliz, sino en hacer feliz al otro. Se me viene a la mente algunos extractos de la canción En mi Getsemaní:
Para que mi amor no sea un sentimiento
Tan sólo de deslumbramiento pasajero…
Si es hora de cruz, es de fidelidades…
Dame comprender, Señor, tu amor tan puro
Amor que persevera en cruz, amor perfecto
Dame serte fiel cuando todo está oscuro
Para que mi amor no sea un sentimiento
¿Nos hemos detenido a reflexionar que nuestra relación con Jesús no solo es humana sino también es muy sobrenatural? Pues la fe implica despertar todos nuestros sentidos con visión de cielo, para poder tratar con un hombre que ha tenido naturaleza como la tuya y la mía, un corazón tan humano como el tuyo y el mío, pero, a la vez, es un ser todopoderoso, que no ha dejado ver sus misterios por completo, un ser sublime. Implica ir más allá de lo corporal, porque quizá muchas veces quisiéramos abrazar a Jesús, tomar sus manos, mirarlo a los ojos y que él nos mire también; aquí es donde nuestra capacidad de amar se ensancha y trasciende. Porque buscaremos a Jesús en lo sobrenatural.
En los momentos de crisis espirituales, donde quizá queramos tirar la toalla y los pensamientos negativos y desalentadores quieran invadir nuestro corazón, es la oportunidad perfecta para demostrarle a Jesús que hemos decidido amarlo en las buenas, en las malas y sobre todo en las peores. Donde mis sentimientos no guían mi barca, sino que la guía mi voluntad, mi libertad. Donde el “sentir bonito” no es termómetro para saber si estoy bien o no con Jesús, sino la cantidad de veces que he luchado en la oscuridad contracorriente.
Entonces, si podemos ser fieles tras la marea, constantes en la desolación, amar aún en el dolor, de manera tan sobrenatural y esto solo se pone a prueba en las crisis espirituales, en nuestra relación con Dios, ¿cuánto más no podremos hacer en una relación con alguien que comparte la misma fragilidad humana?
Recuerdo que la Madre me dijo: el día que no tengas ganas de servir a tu esposo, recordarás todos estos momentos de lucha espiritual y te darás cuenta cómo es que el Señor ha fortalecido tu voluntad, tu carácter, cómo te ha enseñado a que el amor se pone a prueba en la entrega sin reservas, así no se tenga ganas. Y esto no sirve solo para relaciones amorosas, sino para poner en práctica de cara a cualquier vínculo afectivo que establezcamos.
El Papa Francisco en un par de homilías de las audiencias generales mencionó algunas palabras muy bellas sobre este tema:
Un momento de crisis es un momento de elección, es un momento que nos pone frente a las decisiones que tenemos que tomar.
En tiempos de crisis tenemos la perseverancia, el silencio; quedarse donde estamos, parados. Este no es el momento de hacer cambios. Es el momento de la fidelidad, de la fidelidad a Dios, de la fidelidad a las cosas [decisiones] que hemos tomado antes. Y también, es el momento de la conversión porque esta fidelidad nos inspirará algunos cambios para bien, no para alejarnos del bien.
Momentos de paz y momentos de crisis. Los cristianos debemos aprender a manejar ambos. Los dos. Algún padre espiritual dice que el momento de crisis es como atravesar el fuego para fortalecerse. Que el Señor nos envíe al Espíritu Santo para saber resistir a las tentaciones en tiempos de crisis, para saber ser fieles a las primeras palabras, con la esperanza de vivir después los momentos de paz.
El mismo Jesús lo dice en Juan 8, 21-30: «Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy». La clave de nuestra salvación, la clave de nuestra paciencia en el camino de la vida, la clave para superar nuestros desiertos: mirar el crucifijo. Mirar a Cristo crucificado.
Benditas las crisis espirituales que fortalecen no solo mi relación con Dios sino también mi capacidad de amar. Termino con estas palabras del Santo Padre:
El Papa invitó a imaginar un diálogo entre un creyente y su director espiritual: «¿Qué debo hacer, padre?» —«Míralo. Mira las llagas. Entra en las llagas. Por esas llagas nosotros hemos sido sanados. ¿Te sientes envenenado, te sientes triste, sientes que tu vida no va, está llena de dificultades y también de enfermedad? Mira ahí. En silencio. Mira. Pero mira, en esos momentos mira el crucifijo feo, es decir el real: porque los artistas han hecho crucifijos bonitos, artísticos, también algunos son de oro, de piedras preciosas. No siempre es mundano: eso quiere significar la gloria de la cruz, la gloria de la resurrección. Pero cuando tú te sientes así, mira esto: antes de la gloria».
¡Espero te haya servido!
Sheyla.