
Esta es una pregunta que, frecuente y normalmente, se da entre las parejas que están por casarse, a veces solo uno, otras veces ambos. Son muy pocas las personas que van cien por ciento convencidos hacia el altar, esto no quiere decir que en todos los casos no se esté preparado para casarse, puede ser señal falta de madurez sí, pero también pueden darse en una persona que realmente reflexiona en los cambios que tendrá su vida ante el paso que va a dar. Veamos, primeramente, cuáles son las reacciones esperables que se pueden dar antes del matrimonio.
¿Qué reacciones se pueden dar ante el paso del matrimonio?
A nivel psicológico pueden surgir muchas reacciones: dudas, inseguridades, temores, preocupaciones, rumiación mental, autosabotaje, ansiedad… todo esto puede surgir al prepararse para dar un paso tan trascendental como lo es el matrimonio.
Estas, a su vez, pueden llegar a comprometer nuestra salud física, tal y como en muchos otros eventos con una carga elevada de estrés: reacciones como el aumento del ritmo cardíaco, la sensación de falta de aire, tensión, dolor de cabeza, pérdida del sueño y del apetito. Incluso a nivel espiritual también hay reacciones importantes de percibir como lo puede ser la desconfianza en el discernimiento de su vocación (si no se ha hecho un proceso adecuado). De seguro, no todos experimentamos todo, pero algunas de estas reacciones pueden ser esperadas y normales en los noviazgos, veamos por qué.
¿Por qué surgen dudas antes del matrimonio?
Si es cierto que suelen surgir dudas, también es cierto que se deben buscar las causas y cuestionar el por qué, esto nos ayudará a buscar una solución. Para eso enlistamos algunas de las causas más frecuentes.
- Pensar en el cambio de etapa: la evolución de las familias se divide en diferentes etapas a las que se le conoce como el ciclo vital familiar. Casarse y formar una familia supone un desprendimiento, esta es la primera etapa del ciclo y es la que la mayoría de veces implica mudanza, dejar a los padres y ruptura del vínculo paterno, duelo. Al ser no solo un desprendimiento emocional sino físico, la persona puede llenarse de temores pensando que de repente aún no está preparado para dar el siguiente paso en su relación.
- Incertidumbre ante la visualización del futuro: puede que ahora se planteen más el hecho de pasar a convivir con la misma persona la mayor parte de su día, el no saber si esa persona es la indicada o si le será fiel el resto de su vida. Es importante darse el tiempo para saber si esta es la causa ya que, al final, nadie puede conocer lo que depara el futuro, lo que sí se puede hacer es trabajar y esforzarse juntos por construir una relación fuerte y sana donde ambos opten por el otro todos los días.
- Temas que no se han hablado en el noviazgo: el cambio de rutina, las nuevas funciones para administrar un hogar, la economía, la intimidad conyugal, los roles, la planificación familiar, cómo gestionar los conflictos, quién cederá, límites, cómo se reconciliarán y procurarán el bien integral del otro, con quién buscar ayuda si no pueden más… las preguntas sobran y a veces el no tener respuestas a estos cuestionamientos son los que los pueden hacer titubear y causar mayor inseguridad.
- Creencias irracionales: al tener tanta angustia por temas que aún no se han hablado puede surgir entonces la idea intensa y constante de que “todo” saldrá mal, relacionando así quizás sucesos vividos en el pasado y generalizándolo a toda la relación de pareja, pensar que no habrá forma de solucionar los conflictos o que porque a otros les ha ido mal a uno también.
- Distorsión del matrimonio en la sociedad: la falta de valoración del sacramento matrimonial hoy en día va en aumento, esas ideas infundadas hasta las raíces de que primero hay que experimentar o “disfrutar” la vida antes de “tirarse la soga al cuello”, por ejemplo. Lamentablemente, este tipo de ideas han calado hondo y pueden querer hacerlos sucumbir o huir del compromiso y repensar aún más este paso.
¿Qué hacer para disipar o resolver las dudas?
Pero tranquilos, hay mucho que se puede hacer para atender estas dudas y poder salir adelante, dejamos cuatro sencillos pasos para trabajar:
- Comunicación asertiva entre ambos: asertiva quiere decir sin reprimir lo que siento y sin ofender al otro, una comunicación abierta y sincera donde la escucha activa es parte esencial y la empatía no debe quedar de lado, hay que hablar sin miedo de todo lo que pensamos o los miedos que sentimos, es el momento.
- Confianza mutua: justamente para dialogar se necesita una buena dosis de confianza, si se ha pasado por un suceso donde la confianza ha sido resquebrajada hay que buscar los medios para fortalecerla.
- Buscar un orientador o guía: si creemos que ya no podemos solos o que el miedo nos está paralizando se hará necesario buscar a un mediador externo, sea psicólogo, sacerdote, religioso o alguien con experiencia que pueda ayudarles a discernir y a dialogar.
- Discernimiento espiritual: aquí podríamos resumir todo el tema. El discernimiento es clave en una buena elección matrimonial. Enlistar cuáles son los pros y los contras, ver qué se mueve o pesa más en la persona, pedir la ayuda del Espíritu y optar, no hoy, sino todos los días, renovar ese Sí, no solo por cuestión de gustos, sino porque libremente se decide hacer que funcione.
En conclusión, lo importante es que sepamos que las dudas van a estar y hay que gestionarlas, si hacemos un adecuado discernimiento obteniendo como fruto del mismo, la paz, estaremos seguros de que vamos por buen camino y nuestro espíritu no se inquietará, no dejemos de atender las dudas pensando que a todos les pasa y es normal porque el discernimiento será el que nos haga ver qué decisión tomar.
-Ivonne Rodríguez