
Esa fue la pregunta que me hice a los 16 años a partir de una experiencia real con Dios y con su perdón. Recibí el sacramento de la confesión después de mucho tiempo de no hacerlo y gracias a ese encuentro con Dios, hoy puedo compartir con ustedes cuatro claves (desde mi experiencia personal) para discernir la voluntad divina. Empecemos.
¿Tiene Dios un plan para mí? afrontar esta pregunta nos abre un camino decisivo. Para mí lo fue, tanto así que por ocho años y un poco más pensé que el plan de Dios para mí era que yo fuese sacerdote. Sí, sacerdote, y durante estos años fui dándome cuenta que mi lugar en este mundo no dependía del seguimiento estricto de un plan suyo por lo que entendí que, si Dios tenía un plan para mí, ese era que yo fuese libre en el lugar en donde estuviera y que en ese lugar me descubra amado y amando.
Esto es lo que se conoce como discernimiento, lo sé, una palabra un tanto extraña pero muy amplia en su significado. Personalmente, para explicar lo que yo entiendo sobre el discernimiento recurro a la analogía de la danza. En esta se necesitan dos sujetos en un clima de confianza, gozo y transparencia, donde ambos se comunican a través de movimientos: mis profundos deseos y los hondos deseos de Dios. Así, podríamos decir que el discernimiento es un proceso sumamente activo porque es buscar, escuchar, querer, desear, soñar, mirar, comunicar, etc. En definitiva, es un proceso que pone en juego toda nuestra persona.
Todo hasta aquí va bien, pero ustedes se preguntarán entonces, ¿cómo puedo discernir el llamado de Dios? No hay una guía ideal para hacerlo, pero aquí les comparto mis cuatro claves.
1. Empieza por ti y sé honesto contigo mismo.
Santo Tomás de Aquino afirmaba que “la gracia supone la naturaleza”, es decir, que para que Dios actúe nos necesita dispuestos. En el discernimiento esto supone conocer la propia historia desde Dios. Supone reconocer que eres un don, que eres alguien que ha sido bien hecho, digno de ser amado, y reconoce también tus heridas y cicatrices, tus miedos, tus resistencias, etc. Es importante empezar por esto, aunque implique pasar por momentos dolorosos. Aun así, debes saber que toda tu vida es única e irrepetible y lo que descubras te abrirá un horizonte lleno de posibilidades.
2. Antes de preguntarte dónde te quiere Dios, pregúntate cómo te quiere Él.
Luego de haber mirado tu propia vida, mira la vida del que te llama e inspírate. Intenta identificar las características que más coincidan con tu forma de ser. Para esto, te recomiendo que antes de ir a cualquier libro espiritual sobre el tema, vayas a la fuente, a saber, el evangelio. Para empezar, yo recomiendo el evangelio de Marcos. Si ya te lo sabes, ¡vuelve a él una vez más! Luego de esto pregúntate ¿Cómo me gustaría verme dentro de los próximos X años de mi única vida? Después confronta tu respuesta con esta pregunta ¿cómo me quiere Dios? Deja bailar ambas respuestas y verás la fiesta que se arma en tu corazón. Yo te puedo decir que, Él te quiere como el buen samaritano, te quiere perdonando 70 veces 7, te quiere buscando a la oveja perdida. En síntesis, Él te quiere amando y dejándote amar.
3. Pon atención a los signos que percibes y descífralos.
San Pablo dice que “para los que aman a Dios, todo es para bien”. Es así porque Dios nos habla de infinitas formas. Nuestro Dios es el Dios de la vida y está presente en todo. Así como te habla desde tu propia historia, sigue comunicándose contigo a través de los signos de la vida diaria. No hay que esperar siempre grandes revelaciones o ni elaborar grandes reflexiones, porque usualmente Dios puede hablarte en un amigo, en tu familia (aunque no lo creas), en un sueño por cumplir, en la música, en la pintura, en la naturaleza, en cada cosa que despierte tu atención. Una actitud fundamental para discernir es la atención, es decir, estar en sintonía con Dios para descifrar la incidencia que ellos tienen para la propia vida.
Para esto debes buscar una compañía que te inspire, que te ayude a ver, a escuchar lo que ves y oyes dentro y fuera de ti. Ten en cuenta que esta compañía no debe reemplazar nunca tu libertad, porque el que quiere tu bien, quiere tu libertad. Pretender hacer el discernimiento a solas es autoengaño, pues para discernir siempre necesitamos de la ayuda de otros.
4. Finalmente, tu elección debería darse en un clima de paz interior.
Recuerda que la paz no es ausencia de problemas, sino un estado interno de convicción en donde sabes que lo que estás decidiendo es porque tú quieres y porque estás dispuesto a asumir las consecuencias de tu decisión. Recuerdo que alguien me preguntó ¿qué es lo que más ama Dios de nosotros? Y yo creo que lo que más ama Dios de nosotros es nuestra libertad, vernos tomando nuestras propias decisiones y afrontando día a día las consecuencias de estas.
En la vida no hay recetas y en el discernimiento, menos. Empezar este camino es una gran aventura, así que pónganse los cinturones porque ¡lo mejor está por venir! Experimentarás diversas emociones que harán saltar tu corazón hasta el techo, te encontrarás con muchos obstáculos que sacarán lo mejor de ti, pero sobre todo conocerás una forma de vivir la vida en la que tú serás el protagonista principal y Dios, el guionista de la historia. Bienvenidos a este viaje.
Jorge Neyra
Me encantó este artículo, muy claro y deja mucho para reflexionar. Gracias por ser instrumento!
Hermoso y super claro todo lo que expresas gracias!!!!!
¡Sii! Súper padre de verdad Dios nos lleva pero nosotros debemos entender y tener la voluntad para hacerlo.