
Okey, empecemos por decir que este título parece de película hollywoodense, pero en parte se escribió así para captar nuestra atención y también para que nos cuestionemos qué tanto peso le damos a la virginidad como valor en nuestra vida: si solo por su parte biológica o desde la pureza de corazón, la rectitud de intención.
¿Qué es la virginidad?
Cuando se habla de la virginidad desde un aspecto corporal, se hace referencia a que una persona nunca ha tenido relaciones sexuales o a la falsa creencia, que aún en pleno siglo XXl tienen algunas personas, sobre la cual se piensa en que la mujer deja de ser pura y casta si tuvo ruptura de himen aunque haya sido causado por un accidente o inclusive una violación, en muchos casos las mujeres se exponen a humillaciones y malos tratos por esto, y qué decir del sentimiento de culpa.
Tomando en cuenta esto, es posible afirmar que se puede volver a ser virgen -literalmente- por medio de un proceso quirúrgico llamado himenoplastía, en el cual hay una restauración de dicha membrana vaginal y listo, como arte de magia ya es posible ser virgen por segunda vez. Sin embargo no es a esto a lo que nos referimos cuando hablamos de una segunda virginidad, ya que hacerlo estaríamos teniendo una mirada muy reduccionista de la sexualidad cuando ésta abarca todas las áreas de nuestro ser, nos referimos entonces a la virginidad del corazón, la que nos lleva a ver a la otra persona desde su totalidad.
Es importante aclarar que no se deja de ser virgen si no hubo una entrega en total libertad y plena consciencia de la persona en un acto sexual, excluyendo toda acción en contra de su voluntad y a través de la violencia. Como lo mencionamos antes, la sexualidad involucra todas las partes del ser: los pensamientos, gustos, creencias, expectativas, sentimientos, ilusiones, planes a futuro, deseos, maneras de convivir, etc. y no se pueden separar a la hora de un encuentro sexual porque no se tiene un cuerpo, somos nuestro cuerpo.
Entonces… ¿Cómo se puede vivir una segunda virginidad?
En este punto seguramente nos estaremos preguntando ¿cómo se puede lograr? y aquí viene la respuesta: a través de la castidad. La castidad carga de sentido el significado del acto sexual poniendo de manifiesto su carácter humano, volitivo y racional que libera a la persona de dependencias, celos, apegos no sanos, necesidades imaginarias, control y lo más importante, ver al otro como un objeto.
La castidad no es una imposición, es una virtud a la que todos estamos llamados y proviene de la abundancia de la experiencia del amor y no de la carencia de este. Se pone en práctica como hábito y se va afinando poco a poco, ordenando los deseos y actitudes sexuales hacia el amor verdadero entendiendo que no somos perfectos y que no se puede lograr, de ninguna manera, por méritos propios, se necesita estar en constante comunicación y comunión con la fuente inagotable del amor: Jesús.
Hay personas que son vírgenes de cuerpo pero no son castas porque tienen un estilo de vida que los inclina al uso constante de los demás. La intención no es restarle valor a la virginidad y el sentido profundo que trae consigo, pero tampoco es mermar el valor de la persona que ya tuvo relaciones sexuales y que pese a este hecho ya no se siente merecedora de vivir un amor verdadero, la dignidad es una parte importantísima de la persona que nunca se va a perder y siempre es el momento adecuado para empezar a vivir el recorrido de la castidad que nunca se termina porque no es la meta, sino el camino.
Ya entendimos entonces que la castidad es vivir el amor en su máximo esplendor, por lo que se comprende que cada vocación tiene el llamado a vivirla de diferente manera. Por ejemplo, en la vida consagrada se hace a través del celibato: continencia para la entrega total y servicio al prójimo por amor a éste y a Dios, en el noviazgo: la espera para posteriormente la entrega total a una sola persona y en el matrimonio: la entrega y el servicio constante hacia esa persona. Además, como lo hemos visto en artículos anteriores, también se vive la castidad en el matrimonio en la medida que al tener relaciones conyugales sanas, se busca el bienestar y la satisfacción del ser amado así como algunas veces implica abstenerse de éstas por situaciones muy específicas en la pareja.
Ahora, claro que son temas complejos y extensos, por lo que es sugerible seguir indagando sobre ellos en fuentes católicas confiables. Para finalizar les dejo una frase del Padre Gustavo Godínez en su libro -ampliamente recomendado- “Hacer el amor con amor”:
“El impulso sexual no solo sirve para tener sexo, sino también para amar. No solo es una fuerza que nos impulsa a hacer el amor, sino, sobre todo, a vivir en el amor”.
Y para nunca olvidar, siempre hay que tener en mente que si se está en una relación, la persona que tienes a lado es un regalo, un tesoro con anhelos y sueños que Dios le puso en el corazón al igual que a ti, por eso cuida su cuerpo, cuida su corazón, cuida tu cuerpo y cuida tu corazón.
Así que ya sabes: así ya hayas tenido relaciones sexuales en el pasado, nunca es tarde para volver a empezar y llevar un camino de pureza a través de la castidad. ¡Ánimo!
Fer. Vargas
Hola fer.
Estoy, actualmente estudiando psicología y me encantaría llegar a ser como tu. En el sentido de saber cómo ser una psicóloga católica. Tengo miedo. Consejos! Ayudas!
Muchas gracia por el artículo ❤????