Las heridas causadas por los padres

Las heridas paradójicamente son causadas por las personas más íntimas, el hogar es el lugar donde más somos heridos, quienes más deben amarnos son quienes más nos lastiman,  ¿por qué sucede esto? Parece ilógico pensar que un padre o una madre desee causar heridas en sus hijos o que un esposo desee herir profundamente a su esposa o que los hermanos deseen enemistarse entre ellos, las heridas provienen de las relaciones humanas heridas, de almas heridas y también de no conocer, creer y amar al Sanador de todos, Jesús.

Siempre he pensado que el encuentro personal con Cristo no solo debe quedarse en conocerle, sino en permitir que entre en el corazón y trabaje en todas aquellas heridas que no permiten que seamos felices, trabajar en las heridas es un proceso doloroso que puede tomar tiempo, enfrentarse con los miedos, el dolor, el abandono, el rechazo no es tarea fácil, pero Jesús quiere sanarte.

Es parte de la convivencia humana que en las familias existan diferencias o conflictos, saber lidiar con aquellas diferencias parte del conocimiento profundo de la propia personalidad, temperamento y carácter, pero también de la caridad y de preguntarnos constantemente ¿qué haría Jesús en esta situación? Esto no es fácil, nuestra naturaleza humana nos lleva a responder con coraje, con dolor, a devolver la ofensa con otra ofensa, las personas heridas (que aún no trabajan en ellas) no pueden reconocer las heridas de los otros.

Es verdad que no existe un manual para ser padres y los padres se equivocarán y sin querer causarán heridas en sus hijos, pero también hay heridas causadas por padres con el alma herida, sin duda es aquí donde se producirán los traumas más profundos que sin saberlo en el presente limitarán y dañarán sus relaciones interpersonales. 

Ahora les hago la siguiente pregunta ¿se sienten heridos por sus padres? Muchos pueden decirme que sí, y muy seguramente recuerdan algún evento de la niñez y/o adolescencia con mucho dolor o angustia, como si aquello hubiese sucedido ayer, el dolor se experimenta muy real y presente, esto también se manifiesta en la dificultad de vivir en el presente una relación sana, amorosa y genuina con papá o mamá.

Son diversas las situaciones que pueden herirnos como hijos: las palabras duras y ofensivas, las peleas constantes de los padres, el divorcio, padres alcohólicos o drogadictos, la infidelidad, padres violentos, padres ausentes o poco afectivos, padres que abandonan el hogar y muchas otras realidades dolorosas que Jesús conoce y no es indiferente. Sanar esas heridas, implica un trabajo de sanación espiritual y emocional, con acompañamiento terapéutico y espiritual.

Por donde podemos empezar:

  1. Reconocer y aceptar quien es tu papá/mamá: ello implica virtudes y defectos, lo bueno y lo malo, incluso sus heridas.
  2. Reconocer lo que duele, aquello que no has conseguido de tus padres, aquello que necesitabas, pero no te dieron (amor, cuidado, aceptación, protección, etc.), pero también todos aquellos intentos de tus padres, por ser mejores, por amarte.
  3. Sanar implica aceptar, misericordia y perdón.

Sanar la relación con tus padres implica:

  1. Aceptar tu historia de vida personal y familiar, aceptar que las cosas han sucedido y no puedes cambiar tu pasado, pero sí trabajar en tu presente trayendo las heridas a la luz, para ser tratadas.
  2. Misericordia es sentir compasión por las miserias de los demás, en este caso de papá o mamá, es comprender por qué es como es (las heridas de su alma), tratar de comprender qué lo llevó a causar daño, es poder decir con amor: “Mis padres han hecho lo que han podido con la vida que le has tocado vivir”, esto no es resignación ni justificación es aceptar con compasión las realidades de tus padres.
  3. El perdón es el único camino, sino ¿cuántos años piensas seguir viviendo con el dolor que te produce el recuerdo de esa herida? Perdonar es una decisión, es comprender que la persona que te ha hecho daño está profundamente herida, incluso puedes elegir perdonar aún cuando sigas sintiendo enojo o dolor, el Espíritu Santo irá transformando tus sentimientos hasta no experimentar dolor.

Si deseas romper definitivamente las cadenas que te atan a tus traumas y complejos debes enfrentarte con tu realidad y trabajar en ella.

Es importante saber que sanar las heridas causadas por los padres no implican necesariamente tener que hablar con ellos, puedes sanar aún cuando ellos sigan siendo los mismos padres, si tus padres no están presentes físicamente (sea por que han fallecido o porque nunca han estado presentes) también puedes sanar, solo necesitas depositar las heridas en las manos del Señor y pedir la ayuda del Espíritu Santo.

Y recuerda este versículo del Salmo 27, 10 “Aunque mi padre y mi madre me abandonen, el Señor me recibirá en sus brazos” Dios está contigo y quiere realmente sanarte.

Para terminar, quiero dejarles esta oración de perdón del libro Terapia de Sanación, de Remigio Calderón, de las heridas causadas por los padres en el alma de los hijos.

Hijo, perdona a tu padre

Papá/Mamá

Te perdono por las veces que te portaste mal conmigo.

Te perdono por esa vez cuando me maltrataste.

Te perdono por las veces que te vi maltratar a mi madre.

Te perdono por esas veces que te vi borracho.

Te perdono por las veces que cometiste adulterio.

Te perdono por todas las veces que me causaste dolor y sufrimiento.

Te perdono, porque no me diste suficiente amor.

Te perdono, porque fuiste un padre/madre ausente, despreocupado, apático, grosero, descariñado…

Te perdono, porque me abandonaste.

Te perdono, porque nunca estuviste conmigo cuando más te necesité.

Te perdono, porque no me entendiste.

Te perdono desde lo más profundo de mi corazón.

Hoy, con el razonamiento que me da el Espíritu Santo, reconozco que te portaste así, porque no sabías lo que hacías; pues tú no recibiste amor y seguramente por ello, no supiste tampoco darme amor.

Papá/mamá entiendo que tú también fuiste maltratado y por eso me maltrataste.

Pero a pesar de todo, hoy en el nombre de mi bendito Dios, desde lo más profundo de mi alma, te perdono; te acojo con cariño y amor, te amo y te acepto totalmente con gratitud y con emoción, en todos los planos.

Te bendigo, te bendigo con todas las fuerzas de mi ser.

Te deseo todo lo mejor, te amo, te amo, te amo profundamente.

Amén

Saludos,

Andrea Melissa

Compartir

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

artículos relacionados