Las heridas de la infancia

¿Se han preguntado por qué los primeros años de vida, son los más importantes para el desarrollo de la personalidad y la forma como nos relacionamos con el mundo?, o tal vez te preguntas por qué siempre aparecen en tu mente pensamientos como: “No soy suficiente”, “No puedo ni debo confiar en nadie”, “No puedo fallar” entre otros pensamientos que nos acompañan a lo largo de la vida adulta y ciertamente dificultan nuestras relaciones interpersonales (pareja, amigos y trabajo). La respuesta a estas preguntas está en las heridas de la infancia.

Para entender cómo aparecen las heridas de la infancia y cómo sanarlas es importante comprender que todo nace de nuestras creencias, desde que estamos en el vientre de nuestra madre se comienzan a construir nuestros primeros pensamientos, por eso la influencia de nuestros padres y su forma de ver la vida es determinante,  aprendemos a ver el mundo a través de sus ojos.

¿Qué son las heridas de la infancia? 

Son experiencias tempranas de dolor que no se lograron expresar, validar, procesar e integrar, son encuentros personales con situaciones de abandono, rechazo, entre otros,  donde el niño se ha sentido poco merecedor, no amado o aceptado, etc. Estas heridas de la infancia estructuran las raíces de la personalidad, pero las experiencias dolorosas por sí mismas no son las que causan las heridas, en cambio, se trata de la imposibilidad del niño de desahogar y expresar el dolor que experimenta.

Tipo de heridas de la infancia

El mundo es un lugar hostil – herida de rechazo

La herida de rechazo se gesta en el vientre materno y los primeros años de vida, los niños que han nacido en ambientes tristes lo perciben y su primera percepción es que el mundo es un lugar hostil, los niños que viven experiencias difíciles en el vientre de su madre -no ser deseados, intentos de abortos, enfermedades, problemas emocionales, problemas en el matrimonio, etc.-, reciben todo eso como falta de aceptación. En la edad adulta la herida de rechazo se manifiesta en miedo al rechazo, por lo que eligen rechazar antes de ser rechazados, son personas solitarias incapaces de vincularse emocionalmente con otros, no se sienten aceptados ni acogidos. Paradójicamente el adulto sigue buscando a personas ausentes que le representen y confirmen la herida de rechazo.

No soy suficiente, soy abandonable – herida de abandono

La herida de abandono se origina por la ausencia de la protección, ternura, estructura, autoridad y amor del padre (para la mujer) y la madre (para el hombre). El niño vive esta ausencia como una experiencia dolorosa de soledad y desprotección. En la vida adulta busca de forma desesperada la protección que no se recibió en la infancia, crean relaciones de dependencia con actitudes fuera de control como celos y control excesivos, son capaces de hacer lo que sea, con tal de conservar el vínculo aunque este no sea sano. Por ello, la herida de abandono se configura en la personalidad con la creencia de: no soy suficiente, por eso me van a abandonar.

No soy digna – herida de vergüenza

La herida de la vergüenza se origina por las experiencias familiares donde el niño siente que es poco digno, la situaciones más comunes son por el color de piel, pobreza, problemas de adicción, familias disfuncionales, secretos familiares (abusos sexuales, enfermedades mentales, familiares presos, infidelidad de los padres), estas experiencias se configuran en la personalidad con la creencia de: No soy digna. En la edad adulta la herida de vergüenza se manifiesta en una personalidad complaciente, que siempre busca agradar a toda costa, pone las necesidades de los demás (familias, amigos, jefes) antes que las propias, con el objetivo de ocultar su sentimiento de falta de valor.

No puedo confiar en nadie – herida de traición

La herida de traición se origina cuando la confianza en los padres se rompe, situaciones como infidelidad/abandono causan la pérdida de confianza del niño/a en el sexo opuesto, muchos adolescentes o adultos expresan “Mi papá/mamá se cayó del pedestal” cuando viven la pérdida de confianza en sus padres. En la edad adulta la herida de traición se manifiesta en una personalidad desconfiada, con una gran necesidad de control y una enorme capacidad para la incertidumbre y la imaginación. La herida de traición se configura en la personalidad con la creencia de que el mundo y las personas son amenazantes, por lo tanto no puedo confiar en nadie.

Esta vida es para esforzarse y punto – herida de injusticia

La herida de la injusticia se origina por la vivencia de situaciones de injusticia en la infancia, donde se vulneraron los derechos del niño o su familia. Los ambientes familiares donde se desarrolla la herida de la injusticia se caracterizan por autoridades abusivas, estilo de crianza extremadamente autoritaria y exigente, donde los padres no les permiten cometer errores. Las personas con herida de injusticia son rígidos con opiniones polarizadas, todo es blanco o negro, bueno o malo, perfeccionistas, incapaces de mostrarse vulnerables y espontáneos. La herida de injusticia se configura en la personalidad con la creencia de: esta vida es para esforzarse y punto, no puedo fallar.

Por todo lo antes expuesto, se puede generar en tu corazón un sentimiento de dolor, nostalgia o incluso rencor hacia tus padres, sin embargo, el camino de la sanación de heridas de la infancia no transita por la búsqueda de culpables, sino de reconocer, transitar, validar y aceptar las experiencias dolorosas de la infancia, las heridas de la infancia no se resuelven por sí solas, requieren terapia psicológica y dirección espiritual, en este punto de tu vida eres el único responsable de sanar aquello que aún duele y deteriora tus relaciones de pareja, familia o amigos con actitudes poco sanas.

Si te sientes insuficiente, poco valioso, poco merecedor de amor, si no te permites fallar, si siempre estás buscando mantener el control de todo, si tus relaciones de pareja se caracterizan por los celos, ansiedad, desconfianza y miedo; si buscas afanosamente éxito profesional y económico, estas frente a las heridas de tu infancia.

Es muy común escuchar ahora que las personas dicen, “Yo no tengo heridas”, “Mi infancia fue muy bonita”, “Mi papá/mamá nunca me hizo falta”, sin embargo, todas las personas tenemos heridas, unos más otros menos, lo importante es identificar cuáles son mis heridas y en qué situaciones se presentan más. Finalmente, es importante decir que sanar las heridas de la infancia no implica necesariamente que debas ir a terapia con tus padres, la sanación no requiere que tus padres estén presentes físicamente, este proceso eres tú, Dios y el acompañamiento de un profesional en psicoterapia.

-Andrea Melissa

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3 comentarios en “Las heridas de la infancia”

  1. Yo hace tiempo empecé mi proceso de sanación gracias a Dios! Porque toda la vida viví en la creencia que todos tenían culpa y yo era la perfecta con mío heridas por los demás.
    Lo compartiré, ojalá mis amistades y seres queridos lo inicien.
    Super post, gracias por compartir!

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