
Hace poco vi el video de una chica liberal quejándose así:
«Tristemente me he dado cuenta de que, como una mujer liberal, es realmente difícil encontrar a un hombre que esté dispuesto a desempeñar el rol tradicional masculino en la relación… que no sea un conservador.
Un hombre que quiera pagar la primera cita, que quiera abrirte la puerta, que tenga ese deseo y sueño de cuidar de ti, de proveer… pero que no sea un conservador.
Como una mujer liberal, quiero ser respetada por mi independencia, quiero tener mi propia autonomía en la relación y no tener o asociarme con el rol femenino tradicional, de ama de casa, de tener hijos.
Y me he dado cuenta de que la mayoría de los hombres con los que he salido y que tienen esa masculinidad natural proveedora en ellos… son normalmente conservadores.
Así que, realmente no sé qué hacer, (…) ¿¡estoy pidiendo demasiado!?».
Sin lugar a dudas, lo que esta chica pide es incongruente, cuasi imposible:
- Quiero un hombre que desempeñe su rol tradicional.
- Como mujer, no quiero desempeñar mi rol tradicional.
Al menos en el largo plazo, ¿qué hombre tradicional va a querer tener una relación así? Donde él sea el único que tiene algo que dar, el que se esfuerza por aportar lo que sabe que se necesita de él, lo que hará feliz a su mujer… pero donde ella no esté dispuesta a hacer lo mismo por él y por la relación.
La sociedad vive una fuerte crisis de pérdida de masculinidad y feminidad. Esta sociedad confundida fomenta hombres femeninos y mujeres masculinas.
Sin embargo, la abrumadora mayoría de mujeres no quiere un hombre que se pinte las uñas, hipersensible y delicado que no la pueda defender. Así como la abismal mayoría de varones no quiere una mujer agresiva, terca, inmodesta y obsesionada con la independencia a la que no pueda proteger, que no sea su calma en esta vida tormentosa.
¿Cómo se vincula esto con ser un caballero o una dama?
Un caballero es un hombre que abraza su masculinidad y se esfuerza por hacer que la mujer se sienta amada como mujer.
Una dama es una mujer que abraza su feminidad y se esfuerza por hacer que el hombre se sienta amado como hombre.
Si estos roles no fueran necesarios, Dios hubiera hecho ambos sexos idénticos, sin distinción fisiológica y psicológica entre hombres y mujeres. Mas, no es así, somos diferentes y complementarios; dos caras de una misma moneda. Iguales en dignidad, pero tenemos algo que le falta al otro, y en eso nos complementamos.
¿Qué es ser caballero?
Primero, abrazar tu masculinidad. El hombre debe aportar a la relación lo que naturalmente tiene y con lo que la complementará. ¿Cuáles son los rasgos característicos de esta masculinidad? Pierre Dufoyer en L’intimité conjugale (1951) los define con extraordinaria precisión:
«Por el bien de la esposa, el marido cuidará de poseer las cualidades de la verdadera virilidad sin sus deformaciones: se mostrará sereno, dueño de sí mismo, enérgico de carácter, firme y decidido, dando por toda actitud ante los acontecimientos y las dificultades de la vida, una impresión de entereza, de valentía y de seguridad. Pero esta fuerza no se transformará ni en violencia, ni en dureza, ni en frialdad, como tampoco se mostrará autoritaria, orgullosa y despótica».
Como hombre tienes estas características en ti, y así como piedras y metales preciosos son excavados de la tierra, donde ya estaban; similarmente, tú debes sacarlas de dentro de ti y preocuparte por cultivarlas desde tu soltería. Esta es la etapa más importante de toda relación a largo plazo, pues es durante ese periodo cuando cimientas —mediante el cultivo de virtudes— sobre qué bases tu vida marital se erigirá.
Segundo, haz que una mujer se sienta amada como mujer. Esto se logra en el mismo ejercicio de la masculinidad sana y en prestar especial atención y cuidado a las necesidades y rasgos característicos del sexo opuesto.
Las principales necesidades de sexo femenino son: seguridad y comprensión (hay más, pero estas son las principales, sobre las restantes ahondaré en otro artículo).
Respecto a la seguridad, la mujer necesita sentirse protegida: física, emocional, sexual y financieramente.
¿Cómo puedes suplir esas necesidades? Además del esfuerzo consciente y de poner en prácticas las características masculinas mencionadas arriba, necesitarás una cualidad más, cereza indiscutible para hacer al pastel perfecto: la atención (antes de ir a ello, es necesario mencionar que tomar la iniciativa y ser claro con tus intenciones es parte de su seguridad emocional y un acto de caballeros).
Ser un hombre atento y amable; estas cualidades caballerescas clásicas serán especialmente necesarias para que la mujer sepa que —cada día— tú, como hombre, la cuidas y proteges. Lo cual se manifiesta en que al practicarlas pones sus necesidades y comodidades por encima de las tuyas.
Actos como abrir puertas, ayudarla a bajar del auto, caminar del lado correcto en la vereda, regalar una flor, etc., son detalles que le muestran cuán especial es ella para ti. Para ella es necesario que cada día un pequeño acto le alegre la jornada y no vale tanto el precio del detalle (no necesariamente material), como sí la constancia de estos.
Respecto a la comprensión, segunda gran necesidad, se entrelaza con lo arriba mencionado. Gina Lombroso en El alma de la mujer (1925) la explica a todas luces; es algo que —a mi consideración— cada hombre debería darse el tiempo de leer, entender y analizar:
«La mujer —escribe ella— no quiere de su marido más que una cosa muy sencilla, muy modesta. Quiere ser amada, moral e intelectualmente, o, mejor dicho, quiere ser comprendida, lo que, para ella, es lo mismo, o, mejor aún, quiere ser adivinada; quiere que el hombre la consuele cuando esté triste, la aconseje cuando se sienta indecisa, demuestre por un signo visible de reconocimiento que le agradece los sacrificios que ella hace voluntariamente por él, pero quiere, sobre todo, que él haga todo esto sin que ella se lo pida. Un gesto, un elogio, una palabra, una flor, que dan a la mujer la ilusión de este reconocimiento, son para ella, motivo de alegría inmensa. Por el contrario, el consuelo, el consejo, el elogio, el regalo que responden a una petición directa pierden todo valor para la mujer».
En conclusión, varón, si bien todo esto es necesario para suplir dichas necesidades del sexo femenino, no es tan difícil como aparenta. Solo requieres sacar a relucir tus virtudes masculinas y esforzarte por ser más atento, empezando por un pequeño acto diario. Así sentirá y tendrá certeza de que es verdaderamente amada, valorada, comprendida, protegida y cuidada por ti.
«Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella» Efesios 5, 25.
¿Qué es ser dama?
Primero, abrazar tu feminidad. La mujer debe aportar a la relación lo que naturalmente tiene y con lo que la complementará, ¿cuáles son los rasgos característicos de esta feminidad?
Enumeraré algunas: altruismo, compasión, sensibilidad, delicadeza, atención a los detalles, intuición.
Recuerdo el testimonio de la Dra. Gloria Polo (pueden buscarlo en YouTube), contaba que en el momento en que se contrae matrimonio, Dios Padre le entrega a cada cónyuge dos objetos: Al hombre, un cayado, que simboliza la autoridad de Dios Padre; a la mujer, una rosa, que simboliza la ternura de Dios Padre.
¡Qué hermosa y real simbología! Ambos igualmente dignos, hechos a imagen y semejanza de Dios; mas cada uno goza de una característica divina única.
Y qué hermosa es la ternura, le permite a la mujer salir de sí misma —muchas veces a pesar del cansancio—, a amar desmedidamente… a ser altruista, característica quizá más diferenciadora para con el varón. Así lo explica Lambroso:
«La mujer es altruista, o mejor dicho, alterocentrista, en el sentido de que no concentra sus placeres y ambiciones en sí misma, sino en una tercera persona, a la que ama y de la cual desea ser amada: el marido, el padre, los hijos, el amante, etc».
De estas (el alterocentrismo y la ternura con la que se lleva a cabo) se desprenden todas las demás virtudes arriba mencionadas (compasión, sensibilidad, delicadeza, atención a los detalles, intuición).
Y así como le pedimos al hombre esforzarse en comprender tus necesidades. Así te pido, mujer, esfuérzate en comprender la necesidad más importante del varón, que es: el respeto.
Segundo, haz que un hombre se sienta amado como hombre. Así como para la mujer, saberse amada significa sentirse segura y comprendida; para el hombre, saberse amado es, por encima de todo: sentirse respetado/honrado. Esa es la principal necesidad del varón: sentirse respetado por la mujer y que ella manifieste aprecio por él (sus características, esfuerzos, logros).
No en vano la Biblia recomienda:
«En todo caso, en cuanto a vosotros, que cada uno ame a su mujer como a sí mismo; y la mujer, que respete al marido» Ef 5,33.
«Que vuestro adorno no esté en el exterior, en peinados, joyas y modas, sino en lo oculto del corazón, en la incorruptibilidad de un alma dulce y serena: esto es precioso ante Dios» 1 Pe 3, 3-4.
Y además, advierte a los hombres:
«Mejor es morar en tierra desierta que con la mujer peleadora e iracunda» Prov 21,19.
«Gotera continua a lo largo de todo un día de lluvia, así es la mujer peleadora» Prov 27,15.
«Mujer virtuosa, corona del marido, mujer desvergonzada, caries en los huesos» Prov 12,4.
Pero de la mujer virtuosa, la que podrías llegar a ser, dice lo siguiente:
«Sus hijos quisieron felicitarla, su marido es el primero en alabarla: “¡Muchas mujeres hicieron proezas, pero tú las superas a todas!”. ¡El encanto es engañoso, la belleza pasa pronto, lo admirable en una dama es la sabiduría! Reconózcanle el trabajo de sus manos: un público homenaje merecen sus obras» Prov 31, 28-31.
Una verdadera dama abraza sus cualidades femeninas y es sabia para respetar/honrar a su pareja. Sabia para saber cómo aconsejar, para saber llegar al corazón del más duro de los hombres con la delicadeza y ternura que solo ella puede tener.
La delicadeza —de la mirada, del hablar, del actuar— es especialmente atractiva a todo hombre de sano juicio, con ella se comunica al varón: «Esta es una mujer que te sabrá amar a través del respeto, una a la que valdrá la pena dar tu vida por proteger».
Así te haces una verdadera dama y, como dice la Biblia, digna de alabanza, «su marido es el primero en alabarla: “¡Muchas mujeres hicieron proezas, pero tú las superas a todas!”».
En conclusión, ¿cómo logras ser una dama o caballero? Primero, abrazando tus rasgos característicos (enumerados párrafos arriba para la mujer; cita de Dufoyer para el varón). Segundo, logrando que el sexo opuesto se sienta amado como tal: apreciando sus rasgos característicos y satisfaciendo sus necesidades principales (seguridad y comprensión para la mujer; respeto/honra para el varón).
¿Quieres compartir tu vida con un verdadero caballero? ¿Quieres compartir tu vida con una verdadera dama? Empieza siéndolo, pues él o ella también está buscando alguien así. Y, si estás casado(a), con tu conducta puedes ganarla(o) para ti.
Juan Diego Enciso Molina, @juan.diego.enciso